El título de El Gráfico era por demás elocuente y dejaba en claro algo que ha sucedido con el paso de los años: jamás será olvidado aquel partido. Morete y Alonso, máximos símbolos de un River superofensivo, festejan un gol señalado por Mastrángelo. En épocas en que el fixture se sorteaba, las bolillas quisieron que la primera fecha del Nacional 1972 tuviera como contrincantes a los máximos rivales del fútbol argentino. Como el certamen tenía partidos sin revanchas, este fue en campo neutral. El escenario elegido no pudo ser mejor: Vélez Sarsfield. Allí, cita de grandes encuentros, tuvo lugar este emocionante/vibrante/fantástico y todos los adjetivos que se le quieran añadir, superclásico. Fue para River por 5-4 en el último minuto, el 15 de octubre de 1972.
La formación de River de aquella tarde para el recuerdo… Parados: Giustozzi, Daulte, “perico” Pérez, Zuccarini, Dominichi y Merlo. Agachados: Mastrángelo, Morete, Alonso, Mas y Juan José López. Para ese entonces, el club de Núñez ya arrastraba la increíble cifra de ¡15 años! sin salir campeón. Ese arranque ante Boca, fue apenas el preludio de un equipo muy ofensivo, que marcó nada menos que 53 goles en los 15 partidos que disputó en el certamen. Pero ni siquiera eso le sirvió para cortar la racha. En ese mismo campo de juego de Liniers, perdería la final del certamen ante San Lorenzo…
Los argentinos, en general, tenemos frágil memoria… hecho que se extiende por lógica a los archivos. Pero por suerte, el compacto de ese superclásico (más super que nunca) pudo sobrevivir a las “garras” del olvido.
A los 9 minutos, River ya ganaba por 2-0, pero Boca también tenía un gran equipo. Por eso no extrañó que remontara de manera espectacular el score, al punto de ponerse en ventaja de 4-2 con este gol marcado por Osvaldo Potente a los 51 minutos. Todo parecía teñirse de azul y oro, pero solo parecía…
A los 57, “pinino” Mas había descontado y apenas cinco minutos más tarde, el “puma” Morete fue el encargado de una nueva paridad, en la inusual cifra de 4. Allí el partido cayó en una meseta, pero sólo para que los corazones pudieran aguantar lo que llegaría con el epílogo. Cuando ya todos miraban los relojes, y estos devolvían como respuesta que ya no quedaba tiempo, llegó un postrero centro al área de Boca. Mastrángelo la cruzo hacia el medio, dejando sin acción al arquero Rubén Sánchez, para que Carlos Morete reventara las redes. La última acción de una tarde maravillosa, única e involvidable. La del mejor superclásico de todos los tiempos…